Desde las agrupaciones de materia más pequeñas en el interior de los átomos hasta las más grandes en el universo, todos observan perplejos y hablan de lo que está pasando:
ellos que, de tan pequeños casi no existen, son capaces de mirar al cielo y desmenuzarlo hasta las entrañas para conocer nuestros secretos. Nadie entiende, ni en lo alto ni en lo bajo, la razón de este prodigio y la capacidad que tienen los humanos de vivir ajenos.
Así, entre movimientos infinitos e infinitesimales, la existencia se remueve e intenta decirnos en su lenguaje «Corred, salid de ahí. Nadie sabe si permaneceremos el día en que muera el último de vosotros que nos miraba, que intentaba entendernos».
Por:
Anabel García