Lilli Hornig

1921 -

Química

Lilli Hornig

1921 -

Química

Una exiliada en Los Álamos

Día 6 de agosto de 1945. Una bomba nuclear de uranio cae sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. Al cabo de tres días, el 9 de agosto, se lanza otra bomba nuclear, esta vez de plutonio, sobre la ciudad de Nagasaki. La investigación que había conseguido desarrollar las primeras bombas nucleares era conocida como Proyecto Manhattan, y marcó un antes y un después en el mundo de la física nuclear. Lilli Hornig fue una de las pocas mujeres que participó en el proyecto y también uno de los pocos miembros aún vivos. 

En un pequeño pueblo de la actual república checa, muy lejos de Japón, nacía el 21 de marzo de 1921, Lilli Schwenk (más conocida por su apellido de casada, Lilli Hornig). Hija de un químico y de una enfermera, desde pequeña mostró interés por la ciencia, haciendo visitas al laboratorio de su padre y usando el material de laboratorio para jugar con sus muñecas. Sus padres tenían claro que estudiaría medicina o química, y finalmente se decantó por la química, ya que como ella misma declaró en una entrevista realizada en 2013: «por aquel entonces era bastante aprensiva».

Debido al trabajo de su padre, cuando Lilli tenía ocho años la familia entera se mudó a Berlín, pero no tardaron en necesitar otro traslado, ya que en 1933 Hitler llegó al poder. Las amenazas antisemitas del nuevo régimen pronto alcanzaron al padre de Lili, que pasó una temporada escondido en casas de amigos hasta que logró un pasaje para los Estados Unidos. Lilli y su madre tuvieron que esperar siete meses hasta que pudieron seguir su camino y empezar (por segunda vez) una nueva vida, en este caso en MontClair, Nueva Jersey.

Lilli Hornig. Créditos.

En ese nuevo hogar, Lilli siguió trabajando en sus inquietudes científicas, graduándose en Química en la universidad de Bryn Mawr y decidida a seguir sus estudios en Harvard. Desafortunadamente, pronto empezarían las dificultades por el simple hecho de ser mujer. Nada más llegar se dio cuenta de que aquel lugar estaba hecho exclusivamente para hombres: no había baño para mujeres. El más cercano se encontraba en otro edificio y tenía que pedir permiso para que le dejasen usarlo. Además, tuvo que luchar para que la aceptasen en los cursos para graduados, ya que argumentaban que las chicas tenían problemas con la física de la química, y le ofrecían hacer un curso para no graduados. Tras no pocas complicaciones, consiguió la oportunidad de acceder, a condición de aprobar un examen de entrada, en el que obtuvo la calificación de excelente. 

Durante su estancia en Harvard conoció a Don Hornig, que en 1943 se convertiría en su marido. Como él investigaba en Brown, a Lilli le dejaron un espacio para que pudiera hacer sus investigaciones y empezar su doctorado, cosa que combinaba con sus estudios en Harvard y más adelante con su maternidad. Por si no fuera suficiente, pocos meses después que su primeriza naciera, le pidieron cubrir el resto del curso de química orgánica debido al fallecimiento del profesor y los problemas por conseguir un sustituto en mitad de la Segunda Guerra Mundial. 

También en 1943 a Don Hornig le ofrecieron un trabajo en Los Álamos. No le dijeron de qué se trataba o cuál sería su función allí (de hecho, en un principio no le dijeron ni la localización), pero le hicieron entender que se trataba de un tema muy importante y que debía aceptar el trabajo. Este trabajo top secret resultó ser el Proyecto Manhattan. Cuando llegó a casa, lo consultó con Lilli y ella preguntó qué haría ella allí, a lo que les respondieron que cualquiera que tuviera un máster en química, y especialmente en Harvard, sería más que bienvenido. De este modo, la familia Hornig se trasladó a Los Álamos, Nuevo México.

Una vez allí, Don se fue directamente al nuevo trabajo mientras que Lilli pasó por la oficina de personal para que le asignaran un trabajo, dónde se volvió a encontrar con más barreras de género. Lo primero que le preguntaron fue cómo de rápido podía mecanografiar, a lo que ella respondió que no sabía mecanografiar, que ella era química. Finalmente, con su determinación consiguió que le dieran un trabajo en el departamento de química básica, donde estudiaba la solubilidad de las sales de plutonio junto con otra mujer. Ambas se sentían bastante abandonadas porque nadie les hacía caso y la investigación no era especialmente inspiradora. Además, parecía que las habían dejado allí, de atrezo, con una investigación poco relevante simplemente para tenerlas entretenidas. 

Al cabo de pocos meses salieron los resultados de unas investigaciones en Berkeley en las que decían que el trabajo con plutonio podía acarrear problemas reproductivos, así que decidieron despedir a Hornig y a su compañera. Por supuesto, Lilli se opuso y los convenció para quedarse, así que empezó a trabajar en un departamento mucho más importante: el departamento de explosivos. Así es como comenzó a formar parte del Proyecto Manhattan.

El Proyecto Manhattan fue una investigación liderada por Robert Oppenheimer, con el objetivo de estudiar las propiedades del plutonio y aprovechar su potencial para crear las primeras armas nucleares. Los descubrimientos en la fisión nuclear en 1938 demostraron que el desarrollo de una bomba atómica era teóricamente posible. Estos hechos provocaron el miedo de que los alemanes pudieran conseguir la primera bomba atómica, y existían rumores de que ya lo estaban tramando.

Como reacción a esta amenaza, los aliados crearon el proyecto Manhattan para así estar preparados e incluso conseguirlo antes. Existe cierta controversia sobre hasta qué punto los investigadores sabían que la bomba iba a ser usada en la guerra como ataque directo, ya que muchos apuntan que en principio se trataba de crear una arma de defensa, de carácter persuasivo, y no de ataque.

Después de unos meses de trabajo llegó el día del Trinity Test, que consistía en hacer explotar la que sería la primera bomba atómica, para demostrar que funcionaba. El lugar escogido fue un desierto al sur de Albuquerque, en Nuevo México, y la detonación tuvo lugar el 16 de julio de 1945.

Lilli Hornig explica en una entrevista que cuando observaba la nube en forma de seta, característica de las bombas nucleares, tuvo una mezcla de sensaciones contradictorias. Por un lado, habían conseguido un hecho histórico, que era desarrollar la primera bomba nuclear —un proyecto en el que llevaban ya mucho tiempo trabajando—, pero a la vez entendió lo que aquello significaba y le aterró la idea de pensar que esto era un arma que podía matar a decenas de miles de personas.

Inmediatamente después, tanto Lilli como sus compañeros de trabajo decidieron firmar un manifiesto en el que se declaraban en contra de usar la bomba como ataque proactivo, y que esta solo se debería usar como defensa, nunca como ofensa. Lo que proponían los investigadores como alternativa era que se hiciera una demostración en una isla desierta, para que los japoneses vieran el poder de ataque del que disponían. 

Sin embargo, la decisión ya estaba tomada y el gobierno no cedió. Ambas bombas fueron terriblemente destructivas, causando más de 200 000 muertes, ocurriendo la mitad de estas en el primer día. La cantidad de energía que liberaron las bombas provocaron un incremento de temperatura hasta 4000 ºC, y los rayos gamma, junto con la onda expansiva, destruyeron cristales, paredes e incluso edificios enteros. Para las personas que sobrevivieron a la explosión, aún les quedaba la radiación, que fue altísima, y provocó cáncer y malformaciones que incluso pasaron a siguientes generaciones.

Después de la guerra, Hornig decidió que no quería seguir con la investigación en Los Álamos y que quería volver a la docencia y especialmente centrarse en ayudar a más mujeres a profesionalizarse dentro del mundo de la ciencia. Fue profesora en la Universidad de Brown y presidenta del departamento de química del Trinity College en Washington.

Durante todos estos años —y aún en la actualidad— Hornig también ha dedicado mucho tiempo al activismo feminista, fundando y siendo la directora del HERS (Servicio de Recursos para la Educación Superior), una organización sin ánimo de lucro que tiene como objetivo avanzar en la implicación de las mujeres en los estudios superiores científicos. Asimismo, también formó parte de comités de igualdad de oportunidad en el National Science Foundation, el National Cancer Institute y la American Association for the Advancement of Science. Entre otras cosas, durante muchos años también participó en el comité para la igualdad de género en Harvard y escribió 3 libros relacionados con el tema: Climbing the Academic Ladder: Doctoral Women Scientists in Academe, Equal Rites, Unequal Outcomes: Women in American Research Universities, y Women Scientists in Industry and Government: How Much Progress in the 1970's.

 

Fuente de la entrevista: Voices of the Manhattan Project.