Emilio Herrera Linares

1879 - 1967

Ingeniería

Emilio Herrera Linares

1879 - 1967

Ingeniería

Receta para un viaje de altura

—Seda vulcanizada
—Metal plegado
—Tres cristales tratados térmicamente
—Micrófono
—Bomba de oxígeno
Un calentador

Estos son los ingredientes que usó Emilio Herrera Linares en 1935 (1879-1967) para elaborar un traje peculiar: la escafandra estratonáutica. La escafandra fue uno de los primeros precursores de los trajes de astronauta con los que Emilio quería cumplir su sueño: llevar a una persona a la estratosfera —una capa de la atmósfera que se encuentra entre los diez y los cincuenta kilómetros de altura—. Pero antes de enfundarnos este traje para descubrir de lo que hubiera sido capaz, vamos a sumergirnos en un capítulo apasionante y casi olvidado de la historia de España. La vida de Emilio Herrera Linares: una vida de altura.

Escafandra

Nacido en Granada en 1879, la vida de Emilio está marcada por la aviación y la conquista del cielo. Se cría en el seno de una familia burguesa, de tradición militar y con interés por el arte y la ciencia. Su padre trae a Granada una exposición aerostática, donde los globos que surcan el aire llaman la atención del pequeño Emilio y su imaginación comienza a volar. Nace así la pasión que marcaría el resto de su vida: la aeronáutica.

En 1901, con 22 años, se gradúa en la Academia de Ingenieros de Guadalajara y recibe su primer destino: Sevilla. Es entonces cuando Emilio Herrera despliega sus alas. En 1905 realiza una ascensión en globo para estudiar un eclipse solar y tres años más tarde bate el récord español de altura en globo.

Al cerrar esta primera década del siglo XX, Herrera consigue realizar prácticas en el dirigible España, diseñado por Leonardo Torres Quevedo. Sin embargo, ese mismo año opta por cambiar el globo y el zeppelín por las alas. En 1911 pasa a formar parte de la primera promoción de pilotos formados en el aeródromo de Cuatro Vientos. En el ejército hay un creciente interés por la aviación, por lo que Herrera ejerció los próximos dos años de profesor en el aeródromo, encargado de formar a las nuevas generaciones de pilotos. 

Este periodo de docencia se vería interrumpido por la guerra de Marruecos. En ella, la aviación española jugó un papel muy importante, ya que el 5 de noviembre de 1913 se produjo el primer ataque aéreo con bombas de la historia. Herrera fue llamado al frente, donde participó en la segunda campaña aérea de la guerra de Marruecos, en 1913-1914. Tras su vuelta a España, fue ascendido a comandante y condecorado.

A raíz de estos años decide cambiar el pilotaje por la pluma, y en 1915 comienza su prolífica producción intelectual. Empieza a frecuentar el Centro para Investigaciones Físicas, se vincula a la Real Sociedad Matemática y empieza a ahondar en el estudio de la relatividad general. Esto le lleva a elaborar por cuenta propia un modelo cosmológico, basado en el de Einstein, en el que seguirá trabajando hasta el final de su vida.  Por tanto, no es de extrañar que fuera uno de los impulsores de la visita de Einstein a España en 1923.

Los años pasan y nos acercamos a dos hitos que marcan el legado que dejó Emilio Herrera Linares al mundo: el túnel de viento de Cuatro Vientos y su escafandra estratonáutica.

Emilio Herrera y la escafandra estratonáutica.

En 1918 la Dirección Aeronáutica Militar se dirige a Emilio con un encargo: el diseño de un túnel de viento que permita desarrollar y probar nuevos perfiles aerodinámicos. Es entonces cuando diseña el Laboratorio Aerodinámico de Cuatro Vientos, de circuito cerrado. El diseño, puntero para su época, lo convertiría en el más importante de Europa. A raíz de esta colaboración y hasta el estallido de la Guerra Civil, Herrera permanece vinculado a Cuatro Vientos y la Escuela Superior de Aerotecnia, donde ejerce como director y profesor. Fruto de esta faceta docente, publica en 1928 la primera edición de Aerotecnia, el primer manual sobre el desarrollo de la Aeronáutica.

En 1933, tres años antes de la Guerra Civil, comienza a profundizar en la investigación de los altos niveles de la atmósfera. Fruto de ello, una pregunta surge en la cabeza del inquieto investigador: ¿cómo podría una persona alcanzar la estratosfera? ¿Qué necesitaría para lograrlo?

El medio de locomoción era obvio: un globo aerostático. Sin embargo, el valiente que se aventurase al viaje se adentraría en un ambiente hostil. A estas alturas (por encima de diez kilómetros), el oxígeno disponible no es el suficiente como para respirar con normalidad y la temperatura desciende a unos nada amigables cincuenta y cinco grados bajo cero. Para sobrevivir era necesario proteger al intrépido explorador. Emilio Herrera comienza a diseñar su legado más llamativo: la escafandra estratonáutica. Un precursor del traje de astronauta… ¡Treinta años antes de que Kennedy diera su discurso We want to go to the Moon! Herrera fue, sin duda alguna, un científico adelantado a su tiempo. 

Para poder realizar el viaje de sus sueños, Herrera cuida al hasta el más mínimo detalle del traje. La cabeza iría recubierta por una escafandra, parecida a la de un buzo. Su visor cuenta con tres cristales especialmente tratados. Uno antirotura, para proteger de los golpes; otro que bloquea la radiación ultravioleta, mayor a esas alturas; y el tercero que es opaco a la radiación infrarroja, para evitar que se acumule el calor.

A la hora de proteger el cuerpo, Herrera opta por diseñar un traje con dos capas: una interior de seda vulcanizada (tratada con azufre para garantizar su elasticidad y flexibilidad), y otra exterior de metal plegado. La capa interior cumple la misma función que un traje de buzo. Es capaz de retener el aire que respira el viajero. Y este aire no es un aire cualquiera: era oxígeno puro, guardado a presión en una bombona. La capa exterior, articulada y fabricada con metal plegado, tenía la función de proteger al cuerpo de la radiación, más intensa a medida que ascendemos por la atmósfera.

Herrera añadió dos detalles al traje: un micrófono para poder comunicarse con el exterior sin problemas y un calentador (que como veremos resultó no ser necesario). La escafandra estratonáutica tuvo su bautismo de fuego en 1935 cuando fue probada en una cámara de bajas presiones.  Durante la prueba, Herrera se dio cuenta de un detalle: si bien la temperatura exterior descendía hasta casi ochenta grados bajo cero, la temperatura dentro del traje se mantenía a unos treinta y tres grados. La capa de tela del traje retenía tan bien el calor que el calentador que había incorporado era completamente innecesario. A día de hoy, los trajes de astronauta aíslan tan bien del frío exterior que el quebradero de cabeza de los ingenieros es la refrigeración: cómo evitar que el interior del traje se convierta en una sauna mortal.

La prueba fue un éxito: artículos en revistas y diarios internacionales hablaron del español que quería surcar los cielos en globo con un traje que parecía salido de las novelas de Verne. Sin embargo, Emilio Herrera nunca pudo completar su sueño: la Guerra Civil se lo arrebató.

La prensa internacional se hace eco del éxito del español Emilio Herrera.
La prensa internacional se hace eco del éxito del español Emilio Herrera.

A pesar de proceder de una familia tradicional y ser él mismo de profundas convicciones monárquico-conservadoras, Herrera permanece en el bando republicano en la Guerra Civil, ya que lo considera como el gobierno legítimo. Durante la guerra es Jefe de Servicios Técnicos y de Instrucción de las Fuerzas Aéreas de la República (FARE). Como tal, se encarga de aleccionar nuevos pilotos, controlar material y gestionar la fabricación y reparación de aviones. La Guerra Civil no solo le arrebata su sueño de conquistar la atmósfera. Su hijo, Emilio Herrera Aguilera, que había seguido los pasos de su padre como aviador, fallece el 4 de septiembre de 1938 en acto de servicio.

Ilustración de Daniella Ferretti para Ciencia de acogida.

En noviembre de ese mismo año, Emilio Herrera sale de España para no volver nunca. Acompaña a Indalecio Prieto, en nombre del gobierno republicano, a los actos de la toma de posesión de Pedro Aguirre Cerdá, nuevo presidente de Chile. A su vuelta, en 1939, la frontera franco-española está cerrada, por lo que toma la decisión de establecerse temporalmente en París. Con la derrota del bando republicano en 1939, esta decisión temporal se torna permanente. De este modo, Emilio Herrera se une a la larga lista de españoles exiliados por la Guerra Civil.

Durante su exilio permanece vinculado a la República. El 9 de mayo de 1960 Herrera asume, a los 80 años de edad, la presidencia del VI Gobierno en el exilio. En estos años no dejó de trabajar en la aeronáutica. Ya en París patenta varios dispositivos para la navegación aérea y propulsores a reacción. Además, colabora en revistas especializadas sobre aeronáutica y es pionero en alertar de los peligros de las armas nucleares. Su labor es reconocida por la Academia de las Ciencias Francesa, que le concede varios premios.

Emilio Herrera Linares falleció en Ginebra el 13 de septiembre de 1967 justo se cumplen 50 años el día que publicamos este artículo. Su vida es reflejo de las penurias que provoca la guerra: muerte, exilios y sueños rotos. «Todos debemos desear el progreso científico de la humanidad, pero sin dejar atrás su progreso moral. Si no, la existencia del género humano corre gran peligro». Con estas palabras Emilio Herrera Linares alertaba de los peligros de una guerra nuclear en Radio París. En nuestras manos queda que su recuerdo no caiga en el olvido.