Amar, temer, partir.
Los verbos modelo de la conjugación regular. Los verbos que cuentan la historia de María Teresa Toral.
María Teresa nació en el seno de una familia culta y acomodada en 1911. La tercera de siete hijos, desde pequeña disfrutó de la nutrida biblioteca de su padre. El arte tuvo un lugar preponderante en su infancia, se dedicó al dibujo, la música y la escritura y su padre la introdujo en el mundo alquímico del revelado fotográfico.
Fue la primera universitaria de la familia. Su padre deseaba que estudiara una carrera práctica como Farmacia, pero su sueño era estudiar Ciencias para ser investigadora, no pasarse la vida detrás de un mostrador. Para conciliar sus deseos con las expectativas familiares, en 1933 completó las dos carreras. A continuación, consiguió el doctorado, dando los primeros pasos de la carrera de investigadora.
Su amor por la ciencia y su destreza para el trabajo en el laboratorio hicieron que en poco tiempo se convirtiera en una de las discípulas favoritas de Enrique Moles. Investigando juntos en el Instituto Nacional de Física y Química, publicaron varios artículos en revistas científicas, en su mayoría sobre la determinación de pesos atómicos. María Teresa construyó todos los equipos de vidrio necesarios para este trabajo. Con soldaduras perfectas ensambló senderos sellados al vacío, capaces de evitar cualquier escape de gas o líquido.
Se destacó como investigadora y docente, y por su compromiso con los acontecimientos políticos y sociales de su tiempo. Durante el sitio de Madrid en 1936, trabajó fabricando explosivos para defender la ciudad. De esta empresa le quedó un recuerdo permanente, cuando una de las bombas que estaba fabricando le explotó en la cara y le dejó profundas cicatrices que pudo arreglar, en parte, gracias a varias cirugías estéticas.
En junio de 1939 fue detenida por la policía, “por el estudio y fabricación de material de guerra” en el Instituto Nacional de Física y Química. Fue retenida e interrogada durante ocho días y luego fue llevada a la Cárcel de Mujeres de Ventas, que se encontraba en condiciones inhumanas de precariedad y hacinamiento. En octubre de 1939 fue acusada de auxilio a la rebelión y sentenciada a doce años y un día de reclusión. La clave para sobrevivir residía en permanecer activa para paliar el frío, el hambre y el sufrimiento. Daba clases de inglés a otras reclusas, hacía ilustraciones para adornar librillos y se encargaba de la farmacia.
En el penal se organizó una enfermería para los niños de mujeres detenidas que no tenían con quien dejarlos. María Teresa se ocupó también de esta farmacia y de falsificar fichas médicas para que los niños pudiesen estar un poco más de tiempo con sus madres, eludiendo la orden del ministerio que determinaba que las reclusas tenían derecho a estar con sus hijos hasta la edad de tres años.
En noviembre de 1940 María Teresa fue trasladada al Penal de Ávila hasta el 1 de junio de 1941. Gracias a un indulto general —creado con menos intención de administrar justicia que de paliar la sobrepoblación de las cárceles— quedó en libertad condicional.
La libertad condicional era más condicional que libertad. Su condición implicó que fuera proscrita de los laboratorios del Instituto Nacional de Física y Química, que se le impidiera ejercer su profesión y que tuviera que presentarse regularmente en la comisaría, lo que básicamente la convertía en una marginada social. María Teresa no encontró un hogar en la casa de su infancia, sino con la familia de otra reclusa: Matilde Landa.
Su madre deseaba que las cosas volvieran a ser como antes y le hizo el traspaso de una farmacia para que pudiera trabajar. Lejos de los deseos de su hermano, de que no se metiera en problemas, el pasaje de María Teresa por Ventas y Ávila solo reforzó su convicción de que era necesario luchar contra la opresión del régimen. Entonces, convirtió a la farmacia en un centro de reuniones de la guerrilla urbana.
La libertad no le duró mucho. En un interrogatorio luego de una redada, la policía salió en busca de la dueña de la farmacia donde se reunían los antifranquistas. Por suerte, buscaron a María Teresa en casa de los Landa, quienes encontraron la manera de avisarle para que pudiera escapar y refugiarse bajo un seudónimo. El único que sabía de su identidad y paradero era Antonio de Ben, un guerrillero de quien estaba perdidamente enamorada, sin ser correspondida. Decidió irse de España, pero Antonio fue detenido y en el interrogatorio testificó que ella pensaba escapar. Fue detenida el 23 de noviembre de 1945 y llevada nuevamente a Ventas, sin juicio y luego de un interrogatorio tan violento que ingresó directamente a enfermería y estuvo varios meses para recuperarse.
En febrero de 1946 empezó una movilización mundial a favor de tres detenidas de Ventas —entre ellas María Teresa—, por la posibilidad de que las condenaran a muerte. La campaña comenzó en Francia y se hizo eco por los periódicos comunistas del mundo entero. La difusión fue tan grande que el New York Times pidió a Franco la garantía de que no ejecutaría a “la Lise Meitner de España” y el día de la Mujer de ese año se dedicó a la defensa de las tres españolas y el pedido de su libertad.
Luego de 19 meses en prisión, finalmente se realizó el juicio, al que asistieron varios observadores extranjeros, entre ellos Eva e Irene Curie. La presencia y el calibre de los observadores seguramente contribuyó a moderar la sentencia para las acusadas. Así, María Teresa quedó sentenciada a dos años de prisión, que cumplió en la Prisión Central de Mujeres de Segovia.
Cuando recuperó la libertad sus hermanos se negaban a convivir con ella, así que nuevamente fue recibida por la familia Landa y decidió que era hora de irse definitivamente de España. Gracias a una serie de cartas, trámites y salvoconductos conseguidos en secreto, llegó a París para conseguir la entrada a México como agregada cultural de la República de España.
María Teresa llegó a México como parte del segundo gran grupo de españoles exiliados. Fue capaz de armar su nueva vida en gran parte gracias a un decreto de 1940, en el cual el presidente Cárdenas concedía a los españoles la nacionalidad mexicana, diciendo en un discurso:
Al llegar ustedes a esta tierra nuestra entregaron su talento y sus energías a intensificar el cultivo de los campos, a aumentar la producción de las fábricas, a avivar la claridad de las aulas, y a hacer, junto con nosotros, más grande la nación mexicana. En esta forma, habéis hecho honor a nuestra hospitalidad y a vuestra patria.
En México volvió a trabajar en un laboratorio, pero el trabajo rutinario la aburría y las traducciones de textos científicos que realizaba pagaban muy mal. Gracias a su enorme habilidad para el trabajo manual de precisión, aprendió y perfeccionó muy rápidamente distintas técnicas de grabado e incluso desarrolló técnicas mixtas que le permitían obtener texturas delicadas y novedosas. Se inspiró en la música, el canto de los pájaros, la literatura, los sueños, su infancia y sus experiencias en prisión. Una vez más, María Teresa encontraba una vía de expresión en la frontera donde se encuentran el arte y la ciencia, convirtiéndose en una de las artistas más reconocidas de México.
A partir de la segunda mitad de los años cincuenta colaboró como investigadora y luego como docente en la Universidad Nacional Autónoma de México. En esta etapa de su carrera realizó otra serie de publicaciones, colaborando con distintos investigadores, entre ellas “Físicoquímica de superficies y sistemas dispersos” en el que, como en sus grabados, se combinan disciplinas aparentemente muy dispares como lo son la física, la biología, la pintura y la química.
Amar, temer, partir. Con esos tres verbos se puede contar la historia de María Teresa Toral. Pero su historia se merece muchos más.