Miguel Catalán Sañudo

1894 - 1957

Química

Miguel Catalán Sañudo

1894 - 1957

Química

Del exilio interior a la cara oculta de la Luna

En la cara oculta de la Luna, nuestra luna, a 46o S y 87o W, encontramos un cráter al que la Unión Astronómica Internacional dio el nombre de «Miguel A. Catalán» en honor al científico español Miguel Antonio Catalán Sañudo (1894-1957), natural de Zaragoza, que fallecería en Madrid el 11 de noviembre de 1957 a los 63 años de edad. Aunque su nombre no es especialmente desconocido para la comunidad científica española, su vida y su obra constituyen todavía un capítulo pendiente en la historia de España y de su ciencia, no por la ausencia de trabajos que hayan abordado su biografía, sino por la poca o nula presencia de este científico en ámbitos sociales, como la educación. Su voz, su nombre, su labor sigue anclada a esa cara oculta de la ciencia. Esa cara que alberga lo humano de lo científico y lo científico de lo humano. Esa cara que nos obliga a cuestionarnos nuestra propia idea sobre qué es realmente la ciencia (si es que podemos darle una única definición) y a replantearnos las fronteras con que con tanta facilidad (aparente) suele rasgarse el conocimiento y la cultura, la ciencia y el poder. Esa cara a la que la historia de Miguel Catalán nos obliga a mirar. De frente.

Orígenes y formación

Miguel Catalán nació el 9 de octubre de 1894 en la ciudad de Zaragoza.  Respiró el ambiente académico en su hogar familiar, pues su padre fue catedrático de Psicología, Ética y Derecho de Instituto de Enseñanza Media. Tras cursar los estudios de Bachillerato en el Instituto General y Técnico de Zaragoza con excelentes calificaciones, se licenciaría en Ciencias (sección de Química) en la Universidad de Zaragoza, siendo el segundo mejor expediente de su promoción (1913). A partir de entonces desempeñó diversos cargos, desde la enseñanza a la investigación científica y la industria química. Respecto a esta última, podemos destacar su trabajo como químico de la Sociedad Aragonesa de Portland Artificial en una empresa de cementos de Zaragoza.

Con el objetivo de doctorarse en la Universidad Central se trasladó a Madrid, donde se asoció al Laboratorio de Investigaciones Físicas de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), dirigido por el físico Blas Cabrera. Dentro de dicho laboratorio, Catalán trabajó en la Sección de Espectroscopia, dirigida por el químico conquense Ángel del Campo, quien fue su director de tesis. Titulada Espectroquímica del magnesio. Nuevas líneas en su espectro y en el de la plata, su tesis doctoral fue defendida el 22 de junio de 1917, obteniendo la calificación de sobresaliente. Esta tesis doctoral, junto con otros trabajos anteriores publicados en los Anales de la Sociedad Española de Física y Química en 1916 y 1917, se consideran el inicio de su carrera científica.

Una vez doctorado, realizará una estancia en el Imperial College de Londres, en cuyos laboratorios llevó a cabo una intensa (y nocturna) actividad investigadora desde septiembre de 1920, regresando al Laboratorio de Investigaciones Físicas de Madrid posiblemente en el otoño de 1921. En la capital británica, Catalán pudo formarse con Alfred Fowler, reconocido espectroscopista del Royal College of Science. Será en este momento en el que Catalán llevará a cabo una serie de trabajos que le llevaron a interaccionar con varias figuras científicas destacadas del momento, como el físico Arnold Sommerfeld, habitualmente conocido como uno de los principales artífices de las correcciones al modelo atómico de Bohr. 

Las aulas de segunda enseñanza

Por el estudio de su correspondencia, posiblemente Catalán, al menos en su periodo londinense, pensaba que su futuro profesional estaría más probablemente relacionado con la educación, la Segunda Enseñanza, que con la investigación científica académica. Muchas fueron las relaciones de Miguel Catalán con el mundo educativo a lo largo de su vida, más allá de las aulas universitarias. Así, obtuvo por oposición la cátedra de Física y Química del Instituto General y Técnico de Palencia, que cambiaría por la del Instituto de Ávila; aunque al estar agregado al Instituto-Escuela de la JAE no llegó a incorporarse a ninguno de los dos centros. 

Durante la Guerra Civil desarrolló su labor docente en el Instituto de Segovia, experiencia que en sus propias palabras le ayudó en la elaboración de su libro de texto de Física y Química de sexto curso de Bachillerato. Durante la década de 1940 impartió clases de Matemáticas, Física y Química en el Colegio Estudio, proyecto pedagógico heredero de la Institución Libre de Enseñanza, dirigido por su esposa, Jimena Menéndez Pidal. 

Explorando el interior de los átomos

Como investigador, Miguel Catalán dedicó la mayor parte de su vida profesional a la espectroscopia, una disciplina que podemos considerar a medio camino entre la física y la química. Durante sus estudios de doctorado se dedicó a analizar los espectros del manganeso y de la plata, obteniendo resultados de interés tanto a nivel químico como físico. Los espectros se pueden considerar la huella dactilar de los elementos químicos. Cada elemento químico presenta un espectro característico, constituido por una serie de líneas. El espectro de un átomo está relacionado con su estructura electrónica.  Para átomos como el de manganeso (con 25 electrones), el de plata (que tiene 47) o los de elementos más pesados (elementos cuyos átomos tiene núcleos con muchos protones y neutrones —de ahí su elevada masa— y muchos electrones en su corteza), la existencia de tantos electrones se traduce en espectros mucho más complejos (con muchas líneas) que las de elementos cuyos átomos tienen pocos electrones, como el hidrógeno (con un único electrón) o el helio (con 2). La caracterización de un espectro a través de la identificación de sus líneas es, por tanto, una ardua tarea.  Tarea en la que Catalán se inició durante su tesis doctoral y en la que profundizó durante su estancia en Londres. Fue precisamente en la capital británica donde Catalán introdujo un nuevo patrón en las líneas del espectro del manganeso, patrón conocido como multiplete, que será de especial valor no solo para la espectroscopia, también para otras disciplinas como la astrofísica. 

Los trabajos de Catalán fueron de interés para la comunidad científica del momento, no estando exento de controversias y críticas significativas por parte de otros compañeros espectroscopistas. Los mismos han de valorarse en un contexto en el que los científicos exploraban la estructura de los átomos. En esta línea, Niels Bohr se valió de los resultados de Catalán sobre el manganeso en sus estudios sobre cómo la estructura de los átomos podía explicar la tabla periódica de los elementos. Arnold Sommerfeld también consideró los estudios de Catalán en sus estudios sobre números cuánticos para explicar los espectros de los elementos «al final del sistema periódico» (es decir, elementos con muchos electrones). Catalán, al igual que otros miembros del Laboratorio de Investigaciones Físicas, estableció una fluida comunicación con Sommerfeld a partir de su primer encuentro en Madrid donde Catalán le entregó el manuscrito de su artículo sobre el espectro del manganeso. Durante el curso 1924-1925, Catalán realizó una estancia en Múnich con su esposa Jimena, con la que se había casado al regresar de Londres, financiada por la Fundación Rockefeller. De vuelta en España, Catalán obtendrá la cátedra de Espectrografía y estructura del átomo de la Real Academia de Ciencias en 1932 y la cátedra de Estructura atómico-molecular y Espectroscopia de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid en 1934. 

Guerra Civil y dictadura  

La guerra sorprendió a la familia Catalán veraneando en San Rafael, huyendo a Segovia; donde Catalán ejercerá como profesor de Bachillerato. «Un mentecato, célula comunista, juguete de su mujer y de su suegra». Así era presentado Miguel Catalán (llamado por error, Ramón) en el informe que se solicitó sobre la familia Catalán-Menéndez Pidal a fin de conocer su ideología y actividades «antes del Glorioso Movimiento Nacional». En dicho informe se indica que su regalo de bodas fue una cátedra en el Instituto de Segovia, amañándose el tribunal a fin de consagrarlo como sabio. No fueron pocas las acusaciones a Catalán. Fue llevado a la Comandancia Militar acusado de espionaje, aunque la denuncia desapareció gracias a que eln hijo de uno de los policías había sido alumno de Catalán en el Instituto de Segovia.

«Mi trabajo procede con algunas dificultades porque ya no trabajo en el Instituto Nacional de Física y Química (Rockefeller), en el que se ha cerrado la Sección de Espectroscopia. No me es posible consultar una biblioteca científica, de manera que desde julio de 1936 estoy prácticamente aislado del mundo».  Estas palabras, extraídas de una carta escrita por Catalán a un colega americano en 1940 reflejan las dificultades que tuvo nuestro científico para retomar sus investigaciones científicas tras la guerra. Aunque no se le había retirado su cátedra de la Universidad de Madrid, no podía regresar a la misma; ni podía acceder a su laboratorio del Instituto Nacional de Física y Química, en aquel momento ya perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, tras la decapitación de la JAE. Durante este etapa Catalán se vio obligado a regresar al sector de la industria química, trabajando como asesor de la empresa química Zeltia, entre otras.

Ilustración de Paola Vecchi para Ciencia de acogida.

Las fuentes históricas señalan que el sábado 2 de febrero de 1946 Catalán retornó a la docencia universitaria en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Madrid. Según sus propias notas, aquella clase se inició con un «Decíamos ayer». En aquella clase posiblemente habló de la estructura del átomo o de los multipletes. Había transcurrido mucho más que un día. Y muchos más días habrán de transcurrir hasta su final, aquel 11 de noviembre de hace 60 años: su paso por Venezuela, Estados Unidos y Argentina; sus trabajos sobre espectros de átomos ionizados de elementos de transición que componen las estrellas… Una carrera científica compleja, como los espectros a los que se dedicó, que forma parte del pasado de la física y de la química españolas.  

Un final para comenzar

La vida y obra de Miguel Catalán ha sido objeto de estudio de varios científicos e historiadores de la ciencia. Los primeros han llevado a cabo un amplio y valioso acerbo de testimonios, documentos y demás fuentes, situando a Catalán en la genealogía de la ciencia española del siglo XX. Los segundos, especialmente en los últimos años, además han examinado críticamente dichas fuentes, apuntado la imperiosa necesidad de conocer no ya la ciencia durante la guerra o la dictadura, sino la ciencia en dichos periodos. Es decir, yendo más allá del relato genealógico para explorar el papel que tuvo la ciencia en el franquismo y cómo este influyó en la propia ciencia. Cuestiones complejas que pueden encontrar en la biografía de científicos como Catalán un terreno fértil para el análisis. La justificación ideológica de la ciencia moderna en el franquismo o el significado de las disciplinas científicas en el orden político de la dictadura son todavía retos pendientes. Retos que requieren mirar al lado oculto de la ciencia. De la ciencia española. Ese lado oculto en el que, al igual que en la Luna, encontraremos el nombre de Miguel Catalán.

Para saber más 

—Barceló, Gabriel (2013). En recuerdo de Miguel A. Catalán Sañudo. Anales de Química, 109(4), pp. 295-300.
—Balcells, José María y Pérez Bowie, José Antonio. El exilio cultura de la Guerra Civil (1936-1939). Salamanca: Ediciones de la Universidad de Salamanca.
—Galindo Tixaire, Alberto (1995). Miguel A. Catalán: aragonés internacional. Arbor, 590, pp. 9-40.
—Sánchez Ron, José Manuel (1994). Miguel Catalán: Su obra y su mundo. Madrid: CSIC.