Severo Ochoa

1905 - 1993

Bioquímica

Severo Ochoa

1905 - 1993

Bioquímica

Premio Nobel en el exilio

«En mi vida hay algo que ha merecido la pena y no es la investigación científica, sino el haber tenido su amor. ¿Cómo puede sorprenderse alguien de que diga que mi vida sin Carmen no es vida?» Frase que Severo Ochoa le dedicó a su mujer, Carmen García Cobián, tras su fallecimiento. 

Hablar de Severo Ochoa es hablar sobre una etapa de profunda crisis económica y moral. Los estados se estaban recuperando del brutal fratricidio continental, apoyado en las esencias individuales de las políticas nacionales, bajo el proteccionismo del poder industrial y tecnológico de la guerra alemana, que suscitó mucha admiración y tanto miedo generó durante la Primera Guerra Mundial.

Severo Ochoa nació en Asturias en 1905 y realizó sus primeros estudios de licenciatura en Málaga donde descubrió su vocación, la biología. En 1922 comenzó la carrera de Medicina en la Universidad de Madrid, atraído por la gran personalidad científica y humana de Santiago Ramón y Cajal, a quien admiraba.

Ochoa dirigió sus estudios para prepararse adecuadamente para conducir una buena producción de investigación y nunca pensó en dedicarse a la práctica médica. En 1928 finalizó su doctorado e inició una ruta para grupos internacionales de referencia, garantizando una sólida formación bioquímica. Comienza su primera gira por Alemania en Berlín y más tarde en Heidelberg, donde trabajó a las órdenes de Otto Meyerhoff —Premio Nobel de Medicina en 1922—, guiado por su interés por la contracción del músculo y por el posible papel de la creatina en la misma.

Luego se trasladó a Londres para comenzar el estudio y la caracterización de enzimas de la mano de Henry Dale —Premio Nobel de Medicina en 1936—. Desde ese momento, su amor científico fue la enzimología.

En 1935 se unió al presidente Juan Negrín para dirigir el Departamento de Fisiología en el Instituto de Investigación Médica. Su mujer Carmen le será de gran apoyo en el éxodo, y lo acompañará en su exilio, tras el estallido de la guerra civil española en 1936.

Durante los primeros años, regresa a Inglaterra, inicialmente a Plymouth y luego a Oxford, donde trabajó bajo la dirección de Rudolph Peters. Años más tarde, el estallido de la Segunda Guerra Mundial lo obligó a su viaje a los Estados Unidos, con una multitud de científicos exiliados que buscaron refugio allí.

Al inicio de su etapa americana trabajó en la Universidad Washington de St. Louis con  Carl y Gerty Cori —Premio Nobel de Medicina en 1947—, para trasladarse posteriormente a la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York. En 1954 descubrió la enzima responsable de la síntesis de cadenas de ARN. El descubrimiento de la polinucleótido-fosforilasa (a la que posteriormente se le ha denominado ADN polimerasa) permitió por primera vez la síntesis de un ARN en un tubo de ensayo.

Su trabajo sobre la polimerasa de ARN alcanza la importancia universal para merecer la concesión del Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1959, junto con su discípulo Arthur Kornberg por su caracterización de la enzima ADN polimerasa. 

Otro de los grandes retos a los que se enfrentó Severo Ochoa, compitiendo con otros grupos de investigación, fue la caracterización del código genético. El ARN (ácido ribonucleico) es un ácido nucleico que dirige las etapas intermedias de la síntesis de proteínas. El ADN (ácido desoxirribonucleico) es un ácido nucleico que forma parte de la mayoría de las células y contiene toda la información genética. Este descubrimiento ha llevado a una dura carrera por descifrar el código genético con grupos de investigación de Marshall Nirenberg y Gobind Khorana —Premio Nobel de Medicina en 1968.

Su biografía continúa con una etapa americana previa a su regreso a España. En 1974 es nombrado miembro distinguido del Instituto Roche de Biología Molecular en Nutley (Nueva Jersey), donde trabajó hasta diciembre de 1985, momento en el que se une al Centro de Biología Molecular para dirigir un grupo de jóvenes investigadores.

De Severo Ochoa ha trascendido tanto su lado científico como su lado humano. Una de las frases más bellas, con la que iniciábamos este artículo, se la dedicó a su mujer tras su fallecimiento: «En mi vida hay algo que ha merecido la pena y no es la investigación científica, sino el haber tenido su amor. ¿Cómo puede sorprenderse alguien de que diga que mi vida sin Carmen no es vida?». Y es así que en numerosos escritos tras su muerte, en 1991, se recoge la obra científica de Severo Ochoa, pero quizás son más los que recogen su lado humano. 

Severo Ochoa: conversación con Josef Albers. Obra de José Moreno para Ciencia de Acogida.

 

Referencias

— Segovia de Arana, José María. 2006 La personalidad de Don Severo: Recuerdos personales. Farmaindustria.